Hay
personas que durante su vida destacan por haber plantado un árbol,
escrito un libro y tenido un hijo. Otras, en cambio, pasan a la
historia por haber arrancado no uno, sino muchos árboles. Es el caso
de los integrantes del equipo de gobierno del ayuntamiento de
Churriana que, de la noche a la mañana, se han cargado todos los
árboles que sombreaban y daban vida a la calle de las Cruces. Y lo
han hecho, como es habitual allá donde gobierna el PP con mayoría
absoluta, sin consultar con la ciudadanía, sin avisar a la
oposición, sin sentimiento, por riles, por sus bemoles, y de la peor
manera posible.
A veces, es imperativo quitar árboles del emplazamiento que ocupan debido a motivos como su enfermedad, el daño que ocasionan sus raíces o sus ramas, o simplemente para adecuar el uso del suelo que ocupan a las necesidades ciudadanas. Nada que objetar: si hay que quitarlos, se quitan. Lo que distingue a unas personas de otras, a una forma de hacer política de otras, es el cómo se hace. La sierra mecánica debe ser siempre el último recurso, pero para entender esto hay que tener una mente abierta y una educación en valores que vaya más allá del valor mercantil de las personas y de todo lo que las rodea, árboles y plantas incluidos. Para este equipo de gobierno, como para el partido al que pertenece, el único valor estimado es el que cotiza en bolsa y el que llena bolsillos en A o en B. Nada les importa, nada les incomoda, nada les aturde la conciencia si es conforme a la ley del mercado. El estilo que utilizan para cortar árboles es el mismo que tienen para recortar derechos cívicos, la misma importancia tienen para ellos los troncos y las ramas que las personas: hachazo limpio y a otra cosa.
No hay más que ver el estado que presentan los jardines públicos y las plantas que pueblan escasamente las calles y aceras de Churriana para darse cuenta de la importancia que da el PP al medio ambiente: sólo lo que sale en la foto les merece la pena. Con la inversión realizada en rotondas y en despropósitos como adoquinar un tramo de una carretera que soporta el mayor peso del tráfico diario que cruza Churriana, daría de sobra para que el pueblo fuese un vergel y un ejemplo para propios y foráneos. Pero no, lo verde no entra en las espectativas de quienes han parcelado más de media vega en honor al ladrillo.
Quizás desconozca el equipo de gobierno que en el Instituto García Lorca de su pueblo se forman futuros técnicos en especialidades de grado medio y superior como Recursos naturales y paisajísticos, Gestión forestal, Jardinería o Floristería. Cualquier alumno de estas especialidades hubiera valido para hacerles ver que existía la opción del transplante arbóreo; pero no, ellos viven de espaldas a su pueblo y gobiernan como dueños de hachas y sierras mecánicas, como poseedores de una única manera de ver las cosas: la suya.
Han talado las moreras y otras especies sin miramientos, sin percatarse de que han talado una parte de la historia de Churriana. Estos árboles, plantados hace muchísimos años por los propios vecinos que hoy lamentan su desaparición, daban sombra y alegraban la vista a la vez que evocaban los tiempos de la reconquista cuando Churriana era proveedora de seda para los talleres textiles del Carril de la Lona en Granada, donde se fabricaban velas de barcos y otros paños reconocidos mundialmente por su calidad y confección. Nombres como el de la Plaza de Marañas recuerdan que aquí, en Churriana de la Vega, se extraía la seda de los capullos de gusanos alimentados con moreras como las taladas, un dato que no debe pasar desapercibido para un equipo de gobierno de un pueblo en cuyo escudo la morera es el símbolo central.
Es poco explicable que se hayan utilizado árboles pintados de colores y decorados en los planes parciales y un par de rotondas como elementos ornamentales y se desprecie, como se ha hecho, el color y la decoración naturales que prestaban, y podrían haber seguido prestando transplantados a otras zonas del pueblo, los árboles cortados.
A veces, es imperativo quitar árboles del emplazamiento que ocupan debido a motivos como su enfermedad, el daño que ocasionan sus raíces o sus ramas, o simplemente para adecuar el uso del suelo que ocupan a las necesidades ciudadanas. Nada que objetar: si hay que quitarlos, se quitan. Lo que distingue a unas personas de otras, a una forma de hacer política de otras, es el cómo se hace. La sierra mecánica debe ser siempre el último recurso, pero para entender esto hay que tener una mente abierta y una educación en valores que vaya más allá del valor mercantil de las personas y de todo lo que las rodea, árboles y plantas incluidos. Para este equipo de gobierno, como para el partido al que pertenece, el único valor estimado es el que cotiza en bolsa y el que llena bolsillos en A o en B. Nada les importa, nada les incomoda, nada les aturde la conciencia si es conforme a la ley del mercado. El estilo que utilizan para cortar árboles es el mismo que tienen para recortar derechos cívicos, la misma importancia tienen para ellos los troncos y las ramas que las personas: hachazo limpio y a otra cosa.
No hay más que ver el estado que presentan los jardines públicos y las plantas que pueblan escasamente las calles y aceras de Churriana para darse cuenta de la importancia que da el PP al medio ambiente: sólo lo que sale en la foto les merece la pena. Con la inversión realizada en rotondas y en despropósitos como adoquinar un tramo de una carretera que soporta el mayor peso del tráfico diario que cruza Churriana, daría de sobra para que el pueblo fuese un vergel y un ejemplo para propios y foráneos. Pero no, lo verde no entra en las espectativas de quienes han parcelado más de media vega en honor al ladrillo.
Quizás desconozca el equipo de gobierno que en el Instituto García Lorca de su pueblo se forman futuros técnicos en especialidades de grado medio y superior como Recursos naturales y paisajísticos, Gestión forestal, Jardinería o Floristería. Cualquier alumno de estas especialidades hubiera valido para hacerles ver que existía la opción del transplante arbóreo; pero no, ellos viven de espaldas a su pueblo y gobiernan como dueños de hachas y sierras mecánicas, como poseedores de una única manera de ver las cosas: la suya.
Han talado las moreras y otras especies sin miramientos, sin percatarse de que han talado una parte de la historia de Churriana. Estos árboles, plantados hace muchísimos años por los propios vecinos que hoy lamentan su desaparición, daban sombra y alegraban la vista a la vez que evocaban los tiempos de la reconquista cuando Churriana era proveedora de seda para los talleres textiles del Carril de la Lona en Granada, donde se fabricaban velas de barcos y otros paños reconocidos mundialmente por su calidad y confección. Nombres como el de la Plaza de Marañas recuerdan que aquí, en Churriana de la Vega, se extraía la seda de los capullos de gusanos alimentados con moreras como las taladas, un dato que no debe pasar desapercibido para un equipo de gobierno de un pueblo en cuyo escudo la morera es el símbolo central.
Es poco explicable que se hayan utilizado árboles pintados de colores y decorados en los planes parciales y un par de rotondas como elementos ornamentales y se desprecie, como se ha hecho, el color y la decoración naturales que prestaban, y podrían haber seguido prestando transplantados a otras zonas del pueblo, los árboles cortados.
Pepe Morales
Asamblea de Izquierda Unida de Churriana
Todo sea por faltar a la derecha, a ver si aprendeis a llegar a vuestros objetivos sin tener que tirar tierra al contrario. Que hubieras hecho tu con las moreras? Criar gusanos de seda?? O mejor, una ensalada republicana. Pero mira que sois tontos!!!
ResponderEliminarTrasplantarlas, como se dice en el artículo.
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